Domingo 12. 13:10 de una tarde muy fría, después de aquella nevada. Mientras alguien daba la voz de aviso que el carruaje criollo avanzaba hacia la capilla, un recuerdo con más de tres años de data volvió, como un filme, a los ojos del suegro. La escena incluía al padre, al hijo y la cotidianeidad del living de la finca familiar en Miami. "Hijo, antes de quererla mucho, déjame saber si definitivamente, ésta es `la mujer`" -preguntó Ricardo-. "Sí, papi, es quien elijo para siempre" respondió Héctor. Y las imágenes se esfumaron por el sonido de los cascos del caballo contra el empedrado. La novia había llegado.
Ni bien Paola se unió en el altar con quien sería su marido en apenas treinta minutos, el reverendo Leandro Cornou, pastor cristiano amigo de la familia, propuso afable: "Conectémonos con Dios a través de una canción". Y a tal consigna, la banda de músicos matizó el clima de la capilla desde el atrio coral y con son de violines. Cálido preámbulo del sermón que culminó en el instante del intercambio de alianzas. A tales imágenes, la voz del padrino Ricardo interpretó "a capella" el tema cristiano "Dios de pacto".
Las promesas matrimoniales."Eres el hombre que más me conoce y Dios me da la bendición de tenerte para siempre. El hombre que tanto me quiere, quien me protege sin importar la distancia que nos separe y al único a quien amo" dijo Paola. "Prometo amarte y cuidarte como el primer día y construir contigo y sobre roca la relación que nos traiga una bella familia, llena de pequeños. Te amo", replicó Héctor antes del beso que selló el matrimonio.
13:50. Héctor y Paola, ostentaban el título de "marido y mujer" ante los ojos de Dios. El mismo carruaje que trajo a la novia en compañía de Antonio Gaudelli, su padre y padrino, condujo a la pareja hasta el casco principal de Campanópolis, la magia concentrada en 200 hectáreas.
Entorno de fábula. González Catán es sólo la nomenclatura de la localidad a la que pertenece, porque a medida que el terreno se abre, la vista trasciende cualquier catastro. Se trata de un pueblo que reúne todo aquello que el tiempo, en algún momento, dejará atrás. Objetos de valor extraordinario para quienes aprecian el arte, rescatados de las demoliciones urbanas por su fundador Antonio Campana. Hoy y luego de veinte años del inicio, su hijo Oscar, mantiene y alimenta el espíritu de una aldea que, entre otras cosas, atesora los restos de un casco de hacienda que fuera de don Juan Manuel de Rosas. "¡Qué mejor lugar que éste para celebrar!, donde confluye tanto patrimonio argentino, en pequeñas piezas", dijo Ricardo.
Ricardo, el orgullo y la espera.
—Un "regresar" constante...
—Cada vez que alguien menciona la Argentina se me vienen encima miles de fotografías como un flashback. Volver a este país tiene una energía diferente, porque aquí me salgo del mundo real, normal u original en el que vivo y entro en una realidad diferente, otra dimensión que no puedo explicar.
—Una nuera argentina, como el suegro, ¿cierra de algún modo el vínculo estrecho con este país?
—En verdad, lo abre aún más. Porque da continuidad a la raíz. En nuestras venas corre la sangre del Sur, con una genética que se defiende de las costumbres del Norte. Y ese sentimiento otorga un sabor especial a mi familia. Nosotros tenemos la información genética de la unión indisoluble de los afectos. Porque no hay domingo sin que inventemos algo para reunirnos: un paseo en lancha, una parrillada, o un día de campo en la finca.
—En su debut como suegro, ¿qué tan bueno resulta?
—Ya la tenía vista de alguna reunión, pero Héctor me la presentó formalmente durante una comida especial por su llegada a la casa. Desde ese momento en que entablé relación con Paola, me conmovió brutalmente. Ella sonríe tan lindo que me cayó bonito, mi mujer y yo nos encariñamos de inmediato. Tan "de querer" enseguida somos, que tuvimos miedo de quererla mucho y que la historia entre ellos no llegara a buen puerto. Hoy, es raro no ver a "Pao" en la finca, trayendo facturas que compra en una panadería argentina de Miami, o vestida con la camiseta de la Selección Nacional cuando se juega algún partido. Hace poco, cuando la Argentina perdió la final de la Libertadores, su gesto de tristeza nos dolió a todos. Ahí supimos cuán nostalgiosos somos de estas tierras...